Wednesday, June 10, 2015

Simulacro de una simulación

Juan J. Charles


Un cascarón de huevo, sin yema ni clara. Una fachada hermosa, con un hogar en ruinas en su interior. Una momia con cirugía plástica reconstructiva, que la hace lucir como modelo deportada de Cosmopolitan. Un libro de bello diseño y edición de lujo, cuyo contenido es igual a que no tuviese nada impreso en él. La belleza de los pendones, los emblemas, las frases pomposas y contundentes, los títulos rimbombantes, las alfombras rojas y los manteles largos. La esencia de la idea queda clara: un mundo de imposturas y simulaciones.

Y de tautologías “evidentes”.

Eso es lo que veo como la vida auténtica del México de todos los días. La importancia hacia el qué dirán, el gasto enorme de energía en mostrar una carta de presentación pulcra y atractiva. En todos los ámbitos mexicanos se vive esto: en una secundaria de barrio, en una universidad estatal, en la UNAM, o en cualquier dependencia gubernamental municipal o federal; el nervio por presentar una buena cara es grande.

Aquí lo que importa es salir bien en la foto, registrar bien a cuadro; que se vea limpio el lugar por lo menos durante el evento oficial, y aunque sea solamente en el espacio donde se llevará a cabo el acto; que en la foto de prensa luzca un quórum decente, y que el invitado especial vea que es natural el que se congregue tal cantidad de gente en los eventos culturales o conmemorativos. 

Más las palabras memorables, para ser inscritas en letras de oro: sentencias que salvarán a la humanidad mexicana (“¡es momento de soltar amarras y conducir a México hacia el rumbo correcto!”, arenga con voz evangélica el Presidente de la República; y habría que definir aquello de “correcto”, ¿correcto para quién o para qué fines?); títulos que auguran la gloria (“Sin Hambre. Cruzada Nacional”, y los funcionarios en huipil –más los guaruras en guayabera-, con la mirada fija hacia el firmamento de la nada y del patriotismo).

Y las tautologías. Pareciera que futbolistas y políticos hubiesen sido programados por el mismo demiurgo, para hablar solamente con tautologías (es decir, lo que es obvio, lo que la gente espera escuchar y lo que la gente quiere que se haga). “Daremos lo mejor en la cancha”, “El objetivo es ganar el juego”, “Queremos que todos los mexicanos tengan educación”, “La pobreza no es algo bueno”, “Condeno este lamentable atentado”, etc.

Se pudiese pensar que es la manera natural de razonar y de hacer declaraciones públicas. Difiero. La razón, el sentido común y el ejercicio de la inteligencia son atributos humanos que deben ser llevados a cabo. ¿Por qué, en lugar de declarar “vamos a luchar contra la pobreza”, no se afirma en todo caso “las raíces de la pobreza son profundas y, debido a los enormes intereses económicos y sociales, carecemos delas herramientas o del interés por erradicarla”? 

¿Por qué no? Porque es un ardid, un plan bien trazado y bien comprendido por quienes lo aplican. Por lo menos entre los políticos; ya que, en el caso de los futbolistas,seguramente la tautología es algo un poco más natural y espontánea, a causa de una baja cantidad de referencias culturales. Pero en el caso de los políticos es alevosa; saben que hay una gran masa, que es la opinión pública, y saben que quieren escuchar una reiteración de las cosas buenas que hay por hacer.

Pantalla, imagen,opinión pública, reputación, promesas grandilocuentes y mentiras maquilladas de institucionalidad. 

Recuerdo que cuando trabajaba en el área cultural de la Universidad Autónoma de Nuevo León, se hacían denodados esfuerzos (es un decir) por acarrear alumnos de distintas preparatorias y facultades, para completar un quórum palpable durante los eventos culturales que se hacían. Presentaciones de libros, conciertos de música clásica y lecturas en atril repletas de un público juvenil, desconcertado ante lo ajeno de dichas expresiones y lo infame de la velada manipulación de su acarreo ganadero.

Darnos cuenta de esta realidad profunda, enorme y cotidiana de México, por desgracia no la exime de su carácter impostor, superficial, falso, hipócrita y cínico. 

¿Cuál es el antídoto contra la simulación? En un pequeño párrafo, la solución: de manera preliminar,sentir vergüenza ante esto (si este hecho, producto de la idiosincrasia mexicana, no ruboriza, de nada servirá combatir; será una simulación más… y una tautología, también); luego, poner atención plena ante cada detalle en el que ocurra la impostura; finalmente, ser valientes para no ser parte de ese siniestro juego y poder exponerla y ponerla en evidencia, denunciándola.

Es un trabajo que comienza al interior de cada individuo, de cada ciudadano, un trabajo que tiene que trasminarse después al ámbito colectivo. Podríamos comenzar esta labor haciendo un simulacro.


                                                                                  Monterrey, 1 de junio de 2013

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