Monday, September 1, 2008

Sagrado rezo

Sagrado rezo


1

Me arrodillo sobre tu cara, tierra.
Porque tú eres yo,
y yo, solo, saco de los pozos lágrimas
ante tus sagradas montañas,
nuestro seno materno.

Sobre ti he derramado ocultas pasiones,
tú amortajas la sangre de mis amores benditos.
Bendito aire, tú has acariciado ese amor,
eres todos los fantasmas que cada día mueren,
en una penosa y eterna despedida.

Sagrada lluvia, llanto oculto de la tierra,
reflejas las calenturas estivales
de todas las mujeres y de todos los hombres;
eres sagrada porque a todos nos bañas:
a los abrazados, a los lechos, a las tumbas,
a los amores y a los olvidos.
Refrescas la memoria de las mujeres
que creen haberme olvidado;
también disuelves mis recuerdos,
y por eso eres alta y sagrada.

Por eso tengo fe cuando me arrodillo
sobre la piedra de la cumbre más alta
de mi pueblo, perdido en los corazones miserables
de quienes lo devoran con cada respiración.
Tengo fe al esperar al ángel
que llegue con la bendición
o con la espada
o con una voz de trueno,
que incinere la mala siembra.
Quizá el carbón nos devuelva la vida.

Profetizo lágrimas
sentado sobre noches tibias;
deseando los estertores,
anhelando los sismos del barranco;
los simios de los temblores de lobo,
exigiendo la tormenta.
Los micos lujuriosos de la noche tibia.
La batalla contra el rayo.
Imploro la guerra con otro rayo
en mi mano hacha, dedos-trueno.

Puedo ver los aros del eco,
aquellos por los que deseo atravesar
la cañada que lleva hasta los paisajes,
los parajes de ilusiones
y los estremecimientos dulces como una voz
que vuela con aureolas.

Alzo los brazos, abiertos al cielo,
a los Cielos,
y abro bien los ojos
para recibir bien lo que emane;
el líquido divino y tirano,
que empape y ahogue las disparatadas
pretensiones de eternidad.
Le grito a los cardos y a los arbustos,
a las ortigas;
entre las ramas inscribo mis gritos
y compongo la sinfonía de mi espera.
Intento ver a los dioses,
desnudos entre las nubes,
y pillarlos jugando como niños locos,
y obligarlos a que me digan cómo obedecer.

Escupo a la cara del mundo,
porque me provoca,
siento que me provoca;
aunque no le interese, me cachetea.
Libre marea,
como hechicera retorno hasta la patria
y dejo escurrir gotas de amor:
salivo amores,
los pisoteo,
atropello toda su geografía,
su pasado y su futuro.

Le hago ofrendas a tu ser,
para tratar de escapar de las sombras.
Celebro hecatombes,
inmolo noches tibias para ti.

La sombra del vértigo insiste
en perseguirme pese a su ignorancia,
por su ignorancia. Por no poder.
Poder ausente,
la libertad no entra en tu presupuesto,
tu cariño es una cabaña baja;
el saldo alcanza para miradas voraces
que necesitan de tu movimiento.
Un déficit de amores.
La urgencia es por espurias palabras,
sonidos sórdidos que no llegan a tocar
la espuma del mar.
La negativa maniática a encontrar
la puerta de salida,
por salir y encontrar carnes frías,
y ritmos porcinos,
revolcándose entre rojas sábanas de liebres.

Me hinco en las esquinas
de cada manzana:
pido un banquete que deleite;
obsequiando a toda la humanidad.
Que distraiga a los demonios;
emborracharlos y causarles orgasmos
con sus propias colas socarronas.

Pienso en tus nubes, tierra,
las pienso porque no las puedo ver:
he construido ladrillos
para guarecerme del estrépito.
Las nubes están hechas de gritos,
de las miserias de los hombres,
los dolores de las mujeres,
y los llantos absurdos de los niños.
El viento es todos los fantasmas
de nuestros muertos,
los antiguos y los nuevos,
los fantasmas de los no natos.


2

Ante la ausencia de los ángeles
señalo las nubes ahora que las veo;
las magnetizo con veladoras
y les pego el nombre del tirano.

Bajo las nubes danzo heréticamente,
un baile pagano y ofensivo
cuyos pasos tejen cachetadas contra el horroroso,
el goloso dueño de la ilusión.

Intercalo rezos y vino,
vino y rezos;
me poso sobre cada hoja
de cada bendito árbol,
platico con sus duendes,
copulamos, danzamos, libamos,
imprecamos con los falos en alto,
rezando y gritando.

Duermo abrazado por este sueño demoníaco,
descanso posando mi cabeza sobre los regazos
de diablos y diablas que susurran
canciones de cuna y canciones impúdicas.
Sobre este río se escurre la identidad
y me fundo con la oquedad de los tiempos;
recuerdo mis vidas futuras,
veo lo que no ha sido;
por lo que creo ser velo menos.
El miedo a diluir mi ser se derrite,
ahora soy amor,
manzana,
acorde,
nota,
el giro y el paso lento, lento, de la tierra,
el rezo de cada universo,
la plegaria de múltiples cosmos dentro de otros.
Pierdo el miedo a no ser.

Vislumbro ciudades infinitas,
se ven más claras a cada paso; más gimientes.
sobre la misma acera encuentro tesoros
inconcebibles; reales.
Un lupanar de gozo puro comparte
los servicios de un paraíso de lágrimas,
atendidos por el mismo ventero.
En un tarro libo carcajadas de pena
y embriagantes llantos de loca felicidad.
Es la urbe donde sufrir y gozar es la misma cosa,
se da placer mientras se recibe dolor;
una llaga es una comunión con los diosesillos.
El Edén y el Erebo extienden su mano
y muestran una llave,
la clave para salir huyendo.

Es como un tornado magnífico
excomulgando a los simios tiranos,
expulsándolos del planeta,
esa roca triste y ultrajada,
que gira y gira intentando purificarse
de las miles de lenguas que la han lamido
sin postrarse, sin darse, sin una caricia feroz.

Hincado me encuentra el firmamento,
en trance de rezo y de orgía.
El mismo cielo pellizca mi camisa,
me levanta por el hombro,
y pone saliva en mi cabello;
me acicala y me peina,
bello debo estar para entrar en el infinito.

Con su dedo ensalivado toca la punta
de mi nariz expectante,
y luego señala el camino a seguir.
Sopla sobre su dedo celestial
y las babas se vuelven hermosas nubes,
que recuerdan frenesís por vulvas
enloquecidas por príapos inmortales.
Inmortal como falo y hermoso como un baubo;
la viscosidad de galaxias infinitas.
Don Palo y Doña Raja se rezan,
se aman como rosarios en manos devotas;
se sumergen juntos en el cáliz,
y beben, beben de él.

La esperanza está en la devoción,
en la entrega al trance fiel y confiado,
que reza y ama y canta y engendra más amor.