Wednesday, October 10, 2007

A una musa desencajada

A una musa desencajada


Los arcos de tus cejas se preparan,
distingo el carcaj detrás de tu gesto,
disparas los gritos como flechas,
buscan un corazón jugoso,
el mío, el de todos los incautos.

Estás fuera de tu belleza,
como nudo de corbata:
inútil, pero necio;
eres obstinadamente imperiosa.

Los imprescindibles qués para tus cómos, cuántos, cuáles y demás qués

Ante tu pedestal me inclino

Francisco de Quevedo y Villegas. Es posible que yo sea la reencarnación de este escritor español; en dado caso, las preguntas y respuestas que aquí presento debajo, y que pongo a sus órdenes, quizá sean una suerte de segunda parte de las preguntas y respuestas que mi yo antepasado dejó inconclusas y en pospretérito. En caso de que no exista la reencarnación y yo no sea más que el yo de de esta vida, esto no será otra cosa más que un humildísimo y servil homenaje al miope misógino que tanto se divertía con la estupidez de los demás, pero que no gozaba de la carne como ellos.

En vista de que, en cualquier caso, el presente trabajillo vale como tributo, que eso sea a final de cuentas.

Vale.

Soluciones para las cuestiones que no te dejan dormir tranquilo, pero que al leerlas ya podrás hacerlo


1.- P. ¿Cómo me rasco?

R: Como si fueras a obtener un orgasmo. Hazlo con vigor y convicción; con pasión. Imagínate que fueras a rescatar a la princesa del dragón del tesoro; o por lo menos al tesoro.


2.- P. ¿Para qué sirve el cielo?

R: Para verlo. De noche es mejor, porque se ven estrellas.


3.- P. ¿Qué se hace después de bostezar?

R: Cerrar la boca. Practicar la prudencia.


4.- P. ¿Cuántas ganas se deben tener para ir al baño?

R: Estas son inversamente proporcionales a las ganas que tengas de exterminar de tu cuerpo las cervezas con las que amorosamente lo has rellenado.


5.- P. ¿Por qué los monterreyenses manejan tan mal?

R: Porque son de Monterrey. Pero eso no es una respuesta, es una tautología. Ah, y no son “monterreyenses”, sino “regios”.

P. ¿Y la respuesta?

R: ¿Quieres unos chingazos?


6.- P. ¿Qué hago con un perímetro?

Rodearlo; no te compliques, simplemente, rodéalo.


7.- P. ¿Cuál es la mejor manera de escupir?

R: Hacia fuera y hacia abajo.

Por supuesto, si el escupitajo es recibido accidentalmente por el cuerpo de alguien, no es que eso sea mejor (si es con gargajo viscoso y sólido puede que sí sea mejor; como un premio en especie), pero diviértete y ríete en su cara, hasta que él o ella se contagien y también rían. Si te golpean, no desistas, inténtalo de nuevo. Escupe.

La cuestión es que todos nos bauticemos de jocosidad.


8.- P. ¿Cuál es la mejor manera de mentarle la madre a alguien?

R: En primer lugar, hay que hacerlo con fervor, como si fuera una suerte de devoción religiosa. Haz de cuenta que le estuvieras pidiendo un milagro a algún santito; pero una petición como de rayo; porque (y eso nos lleva al segundo e importantísimo punto:) una mentada de madre tiene que ser directa, efectiva, rápida, como un gancho a la quijada… ¡como un rayo!, para que en verdad sea una mentada real.

Punto número tres: queda a tu propio riesgo el que dejes la mentada a un nivel meramente mental; allá tú con las agruras por dejar que la mentada se pudra dentro de ti. El punto; articula bien las palabras de la mentada de madre, para que éstas salgan claras, brillantes, fuertes y cargadas de todo el poder semántico que el receptor de la mentada de madre se merece.


9.- P. ¿Qué hay entre el aire y yo?

R: ¿Cómo sabes que estás tú? ¿Tienes acaso la certeza de no estar en medio? ¿Y si no estás?


10.- P. ¿Cuánto mide una caja?

R: Esa pregunta está fuera de lugar, ya que es un absurdo que contradice cualquier planteamiento lógico. Pero ya que lo preguntas, responderé algo te satisfaga a ti a y a tu pregunta.

Respondo: la medida de la caja debe ser proporcional a la medida del vacío.


11.- P. ¿Con qué mano me debo sacar los mocos, y cuántos puedo sacarme?

R: Depende de tu gusto por la sal y tu tendencia política.


12.- P. ¿A dónde voy?

R: Con toda certeza, hacia tu muerte. Despejada la duda, puedes ya morir tranquilo.


Gánix Charles